Diario de viaje a los campamentos saharauis. Día 3.

Por Álvaro García, maestro del CEIP Juan Carlos I (El Viso del Alcor). Fotografías de Paula Álvarez, Salec Hosein y el resto del equipo de periodistas escolares.

Amanece en los campos de refugiados. Apenas son las 7 de la mañana, pero las primeras luces asoman las siluetas de hombres y mujeres que silenciosamente se mueven por las calles llenas de arena. A las 6 suena la primera llamada al rezo y mucha gente se levanta y, después de la oración, baja a comprar un poco de pan y, quizás, un poco de leche.

Salimos pronto para Rabouni. Las calles de arena dan lugar a una carretera asfaltada. Cosas de la modernidad, pero el asfalto ha facilitado las comunicaciones entre wilayas. Es imposible, siquiera, imaginar cómo los saharauis se movían de un lugar a otro en un paisaje árido, sin referencias.

Rabouni es el centro administrativo de la RASD. Allí se concentran algunos de los organismos gubernamentales y por sus calles se observa más movimiento, la vida es un poco más efervescente. En Rabouni está el Museo de la Resistencia, un lugar custodiado por militares donde se recogen los vestigios de una guerra demasiado larga. Nos esperan 3 militares de edad. Nos explican con orgullo y con la seriedad protocolaria propia de las altas personalidades todo lo referente a la historia del exilio y la ocupación del Sáhara Occidental. Su explicación es muy rigurosa. Se esfuerzan en desmontar los argumentos internacionales que justifican la invasión del territorio saharaui por parte de Marruecos. Diversos mapas y documentos históricos nos aclaran, por si no lo sabíamos, que el Sahara Occidental nunca en la historia tuvo antepasado marroquí. Su independencia como colonia de Francia se produjo en 1951 y el Sáhara Occidental siguió siendo colonia española hasta 1975.

Diversas salas recogen documentos de inteligencia, informes sustraídos a Marruecos, fichas de militares presos o desaparecidos… otras, armas y material bélico como jeeps, ametralladoras, fusiles de asalto, lanzagranadas, carros blindados y camiones de transporte. En el patio el esqueleto de un F1 Mirage, un caza marroquí derribado por las tropas saharauis. Toufig nos traduce las peripecias de un ejército primitivo que, apenas sin medios, sobrepasa el muro levantado por Marruecos a lo largo de 2720 kms una y otra vez para derrotar al invasor. Un muro que separa los territorios ocupados y los ya liberados y también, a muchas familias saharauis.

Alrededor del muro, más de 8 millones de minas antipersonas permanecen activas. Muchas de ellas, ya desactivadas, se encuentran expuestas en el Museo de la Resistencia. Verlas es sobrecogedor. Los militares saharauis nos explican que, de noche, el ejército saharaui se adentra en posiciones marroquíes tanteando el terreno con palos para encontrar las minas y poder desactivarlas y así llegar hasta el muro y dañar a las defensas de Marruecos. El muro cuesta al reino marroquí 4 millones de dólares diarios. 160.000 soldados, baterías de defensa, vehículos blindados, aviones de combate y, últimamente drones guiados por GPS uno de los cuales yace destrozado en el museo. Fecha de fabricación 2021, origen, Israel.

Nuestros periodistas escolares, grabadora en mano, han hecho diversas entrevistas a nuestros anfitriones y han tomado nota de todo. Esta tarde tenemos grabación. Nos despedimos y en las caras de los militares saharauis el agradecimiento y el orgullo de sus gestas.

Tras el Museo, nos llevan a AFAPREDESA, la asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis. Escuchamos con atención el testimonio de un miembro de la asociación.

Cientos de saharauis han desaparecido o han sido capturados durante el conflicto. Nuestras niñas y niños miran asombrados mientras sostienen una grabadora y hacen preguntas curiosas. Están aprendiendo los horrores de la guerra. No sé si pueden imaginar el dolor que supone perder a un ser querido y desconocer su estado o paradero. La asociación intenta velar por el respeto a los derechos humanos en juicios y procesos; así como a asesorar a diversos organismos en cuestiones que tienen que ver con la guerra y con los derechos de las familias. Nos enseñan diversas resoluciones y documentos judiciales y todos esperan que la guerra llegue a su fin y que el pueblo saharaui pueda decidir su futuro.

Volvemos a Auserd impactados por el relato de la guerra, por la historia de dolor y por el sufrimiento que genera el ansia de poder en un mundo que se olvida de las vidas humanas si de dinero se trata.

Vuelta a casa. Hora de la comida.

En nuestro apretado planning, tiempo para producir. Producir radio. Porque para eso hemos venido.

Nos encontramos con los periodistas escolares saharauis en el primer colegio al que acudimos, de nombre impronunciable. Carmen y Paula han preparado todo el montaje técnico y, antes de la comida María, la seño del cole de Palomares, y yo preparamos el guion y una parte del contenido del podcast que íbamos a producir. Macarena y Belén, las mamás de Roberto y Carmen, se afanan en darle forma junto a los niños a las entrevistas y presentaciones que ellos van a realizar.

Grabamos. Los niños y niñas se sientan alrededor de una mesa rectangular coronada con micrófonos. Relatamos el trabajo del día y los niños cuentan sus impresiones sobre el Museo de la Resistencia y AFAPRESESA, sobre el conflicto y sobre la vida en los campos de refugiados.

Los niños y niñas saharauis también se sientan en la mesa y se produce un intercambio de preguntas entre andaluces y saharauis acerca de sus vidas y experiencia en Auserd.

Nuestros periodistas imaginaban una vida más dura y condiciones más precarias en los campamentos, los saharauis agradecen el cariño, la alegría y los bailes con los que los hemos deleitado. Los andaluces entienden que no es necesario tener tantas cosas para ser felices y que, con poco, se puede hacer mucho. Los saharauis explican la vida después del colegio y sus aspiraciones vitales para convertirse en abogados, maestras o médicos. Esa simbiosis de sentimientos, denota una conexión y complicidad más allá del lenguaje. Los niños y niñas se vinculan por naturaleza, empatizan y en ellos nacen sentimientos de afecto desde el primer momento en que se ven. Ese, y no otro, es el principal aprendizaje de este viaje.

Hemos hecho un buen programa. A falta de unos retoques el resultado ha sido un testimonio riguroso contado desde el punto de vista de los niños. Sabemos que gustará. Estamos deseando que los otros niños y niñas del CEIP Ágora y del CEIP Juan Carlos I y sus familias los escuchen.

Nos tenemos que despedir. Mañana vamos a Dajla, la wilaya más lejana y, según dicen, también la más bonita. No vamos a volver a ver a los periodistas escolares de Auserd. Así que los niños les hacen entrega de algunos regalos que han preparado: bolsas con material escolar, juegos, pinturas… un pequeño detalle que las niñas y niños saharauis reciben como un tesoro, con timidez, pero con la gratitud de haber conocido a amigos nuevos. Surgen las lágrimas. La despedida es muy emocionante y los niños y niñas se funden en abrazos espontáneos que irradian el cariño sincero que sólo se tiene en la infancia.

Volvemos a las jaimas con nuestras familias de acogida. Aún queda tiempo para compartir con ellos, para intercambiar algunos regalos, para reírnos y disfrutar del tiempo en «familia» y para curiosear un poco más en nuestros mundos. Un rato para la vestimenta y para que las mujeres nos enseñen y pinten las manos de nuestras mamás y niños con henna. Un sorbo más de té del desierto. Un día más, un día menos. Mañana maduramos para ver las dunas y los camellos. Hasta mañana.

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Vente a las Jornadas Refugio el día 1 de diciembre en el Viso del Alcor. ¡Te contaremos todo lo que hemos vivido en este viaje!

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